Dentro de la gran diversidad de flora y fauna que coexiste en el Parque La Mexicana, hoy queremos resaltar el papel que tienen las aves polinizadoras, pequeñas aliadas en la conservación del ecosistema y hablar sobre algunos casos específicos que nos parecen fascinantes, ¡acompáñanos!

En la Ciudad de México, las aves polinizadoras más destacadas son los colibríes, como el colibrí berilo (Amazilia beryllina) y el colibrí vientre canela (Amazilia yucatanensis). Estas pequeñas maravillas, con su vuelo ágil y su increíble rapidez, visitan flores como las salvias, jacarandas y agaves, plantas que abundan en los jardines cuidadosamente diseñados del parque La Mexicana. Al alimentarse de su néctar, los colibríes transfieren polen entre flores, fomentando la reproducción de las plantas.

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Además de los colibríes, aves como las calandrias (Icterus galbula) y las reinitas amarillas (Setophaga petechia) también participan indirectamente en este proceso. Aunque buscan principalmente insectos, su interacción con las flores contribuye a la polinización. Estas aves encuentran refugio en los espacios verdes del parque, donde el diseño del paisaje urbano no solo busca la estética, sino también la funcionalidad ecológica.

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La polinización es esencial para el equilibrio ambiental del parque. Gracias a estas aves, se garantiza la reproducción de especies vegetales que no solo embellecen el paisaje, sino que también proveen alimento y refugio para otras especies de la fauna urbana. Esto crea un ciclo virtuoso que mantiene la biodiversidad en el parque y, por extensión, en toda la Ciudad de México.

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El parque La Mexicana es más que un espacio recreativo; es un recordatorio de cómo la convivencia armónica entre naturaleza y urbanismo es posible. Al pasear por sus senderos o relajarse en sus áreas verdes, los visitantes tienen la oportunidad de observar a estas aves en acción y reflexionar sobre su papel en la vida cotidiana.

La próxima vez que visites La Mexicana, presta atención a los colibríes que revolotean entre las flores o a las calandrias que alegran el ambiente con su canto. Estos pequeños habitantes son un símbolo de resiliencia y un recordatorio de la importancia de cuidar los espacios verdes que permiten que la naturaleza prospere en medio del bullicio citadino.