La vida comienza con el agua y las ciudades con los ríos: son necesarios para su fundación y desarrollo. A lo largo de la historia, los seres humanos han dependido de ellos para sobrevivir y crecer, ya que sirven como fuentes de suministro de agua, vías de comunicación y hasta para cubrir una parte de la alimentación. Nuestra ciudad no es la excepción y fue construida en una cuenca, la cual era inteligentemente aprovechada por sus antiguos habitantes.
La relación entre lo urbano y lo fluvial no siempre ha sido fácil y en algunas ocasiones ha sido determinada por desencuentros: inundaciones, aguas estancadas, “ríos muertos” y manejo de desechos. Así, para lidiar con las inundaciones y bajo pretexto de combatir la insalubridad, la Ciudad de México tuvo, desde el siglo XVII, las intenciones de drenar sus aguas (decisión que fue retomada en el último tercio del XIX). Fue hasta el XX, entre 1940 y 1953, con Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán, que la mayoría de los ríos se entubaron. El resultado fue la construcción de las avenidas de Churubusco, Piedad, Mixcoac y Consulado por encima de los ríos para favorecer la circulación de más vehículos.
Dicen que el tiempo y la vida son los que ponen la camisa de fuerza, y con el paso de los años caímos en cuenta que dichas decisiones fueron poco afortunadas. La desecación y la urbanización exacerbada son notables factores del cambio climático. Han provocado impactos sin precedentes en la estabilidad económica y social de nuestra ciudad.
Los urbanistas cada vez son más conscientes de la necesidad por los ríos vivos para la creación de redes de espacios verdes. Además de mejorar visualmente la ciudad e incrementar la calidad de vida, son capaces de generar energía. A su vez, los ríos sanos disminuyen las temperaturas extremas, depuran contaminantes atmosféricos y mejoran la calidad del agua. Cabe destacar que también fomentan el incremento de biodiversidad y aumentan oferta de oportunidades recreativas, educativas, terapéuticas, turísticas y hasta laborales.
Es imperioso el aumento de sensibilización ambiental, el diseño de proyectos de regeneración fluvial y el cuidado de ecosistemas acuáticos que existen para la construcción de infraestructuras y equipamientos de las ciudades. Para ello, existen tres tipos de intervenciones fluviales. La restauración es la más contundente y consiste en devolver a los ríos entubados el cause estructural y funcional a su estado original. La rehabilitación es la más realista y consiste en limitación de dragados, limpieza, apertura o derribo de presas y recuperación de caudales naturales. Finalmente, el acondicionamiento es la intervención más común y menos ambiciosa, en la cual se procura el uso social del río.
Es imprescindible hacernos conscientes de que los ríos sustentan la biodiversidad yde que el bienestar humano depende de los ecosistemas (y no al revés).