La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños.
– Frederich Nietzsche
Si bien es cierto que el ejercicio físico es importante a cualquier edad, en la madurez resulta particularmente benéfico para contrarrestar el deterioro natural que el cuerpo presenta con el paso de los años. Además, está la ventaja de permitir mayor autonomía a los adultos mayores, quienes muchas veces ven su movilidad limitada y requieren de la ayuda de otra persona para llevar a cabo actividades que antes no implicaban mayor esfuerzo.
Sin embargo, también hay beneficios que van más allá del estado físico y se reflejan en lo mental y emocional. La satisfacción de realizar actividades ayuda a mantener un estado de ánimo optimista y muchas veces implica relacionarse socialmente, algo crucial en dicha etapa de la vida. La autoestima también puede verse favorecida por una imagen corporal saludable, llevar a cabo ejercicio que ayude a mantener una menor proporción de grasa corporal implica, a su vez, una mayor salud cardiovascular y respiratoria.
Se atribuye al ejercicio una capacidad de retrasar el envejecimiento cerebral y el desarrollo de enfermedades como el Alzheimer o la demencia senil. Por otra parte, un riesgo común en los adultos mayores son las caídas. Mantener la actividad física propicia un buen equilibrio y ayuda a reducir este riesgo. En el caso de los diabéticos, la actividad física coadyuva a mantener niveles saludables de azúcar en la sangre.
Se recomienda realizar ejercicios de impacto moderado como caminatas, yoga, baile o aeróbicos moderados y pesas, de acuerdo a la persona, para mantener fuerza y tono muscular, siempre con una previa visita médica para obtener recomendaciones personalizadas.
El paso del tiempo es inevitable, pero sus efectos sobre nosotros pueden ser menos graves si procuramos un estilo de vida saludable y le brindamos al cuerpo el mantenimiento que necesita.