La Ciudad de México es el hogar de más de dos mil especies vegetales y cuando pensamos en los árboles más populares, quizás vengan a la mente las jacarandas y cómo la ciudad se viste de morado al inicio de la primavera, o el lamentable caso de las palmeras en la Narvarte, introducidas en los 40s y afectadas por una plaga en años recientes, o incluso el bosque de pinos de la Marquesa. Sin embargo, hay una especie cuyas raíces se hunden más profundamente en la historia de esta ciudad.
Los tres árboles más abundantes en la CDMX son el fresno americano, eucalipto y ahuehuete. Entre ellos, el único originario del Valle de México es el ahuehuete. El mismo de aquel episodio de “la noche triste” durante la guerra de conquista. Pero hay otro árbol endémico gracias al cual se pudo cimentar, en primer lugar, una ciudad sobre el lago: el ahuejote (Salix bonplandiana).
Recordemos que la agricultura prehispánica empleaba el sistema de chinampas, con el que se le ganaba terreno al lago poco a poco al tiempo que el sustrato resultante era muy fértil. Bueno, pues gracias a las raíces del ahuejote, es posible evitar la erosión de la tierra sobre el lago y estabilizar el suelo. Y si la tierra estaba tan llena de nutrientes, tenía mucho que ver con este mismo árbol, que es parte fundamental del ecosistema en los canales de Xochimilco, donde todavía puede verse.
La conservación de los árboles en la ciudad es de vital importancia para el futuro del Valle de México y una responsabilidad compartida por todos. En el Parque La Mexicana, estamos felices de albergar más de 2,500 árboles de especies endémicas de Santa Fe que a su vez son refugio para aves locales y migratorias ¡te invitamos a conocerlos y disfrutar de ellos en tu siguiente visita!